Hace 15.000 años.
Zona norte de la Península Ibérica.
En el interior de una caverna un artista anónimo pinta un bisonte
en el techo de una zona recóndita.
A la entrada de la cueva, el clan hace las tareas diarias al amor de una hoguera.
Fuera,
el frío es intenso, todo está cubierto de hielo, estamos en la última glaciación.
Hace 13.000 años aproximadamente.
Un desprendimiento de rocas cierra la entrada de la cueva y la aísla totalmente
del exterior.
Las pinturas quedan sumidas en el silencio y la oscuridad por siglos.
1.879. Marcelino Sanz de Sautuola, estudioso cántabro aficionado a la arqueología y descubridor de otras cuevas,
visita la cueva de Altamira con su hija María de 10 años.
Mientras el padre excava el suelo en busca de evidencias
arqueológicas, la niña exclama: “¡¡ Mira papá, bueyes !!”. Marcelino le responde: “no son bueyes, ¡son bisontes!”.
Inmediatamente los relaciona con la prehistoria y el hombre del cuaternario.
Éste fue uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de la historia. Sautuola dató las pinturas en el Paleolítico
Superior, periodo magdaleniense.
La élite de prehistoriadores franceses se le echó encima acusándole de falsario por
decir que eran tan antiguas y le llegaron a acusar de haberlas pintado recientemente.
Emìle Cartailhac fue uno de estos
prehistoriadores que criticó y atacó con saña a Marcelino asegurando que el hombre prehistórico no tenía la técnica
suficiente para realizar unas pinturas tan perfectas como las de Altamira, además, el colorido no podía ser tan nítido
después de tantos años.
Sólo un científico defendió la tesis de Marcelino sobre la antigüedad de las pinturas, fue el
geólogo español Juan Vilanova.
Ambos sufrieron enormemente las burlas y ataques de los científicos franceses y algunos
españoles.
Veinte años después del descubrimiento de Altamira comienzan a sucederse los descubrimientos de cuevas con
pinturas rupestres similares en el sur de Francia.
Ya no es posible seguir negando lo evidente: los bisontes de Altamira son
auténticos y fueron realizados por el hombre prehistórico en el Paleolítico Superior.
Pero para Marcelino ya era demasiado
tarde, había muerto hacía algún tiempo y el reconocimiento llegaba con retraso.
Cartailhac publica “Mea culpa de un
escéptico” donde, de forma elegante y caballerosa, reconoce su error y honra la figura de Marcelino Sanz de Sautuola.
LA TÉCNICA.
El artista de Altamira graba
primero sobre la pared de la cueva
la figura deseada con una piedra afilada.
Posteriormente pinta sobre lo grabado, marcando el contorno en negro con carbón vegetal.
El relleno va en ocre logrado
a partir de óxido de hierro en polvo.
Utiliza agua para diluir los pigmentos y los aplica o con la mano o con un tampón de
materia vegetal o bien por soplado (aerografía) con un hueso hueco de ave y proyectándolos como si de una cerbatana
se tratara.
El pintor se ilumina con lámparas de tuétano, que dan una luz intensa y limpia y no ennegrecen las paredes.
La humedad natural de la cueva fija y mantiene la frescura de los colores.
Los animales representados son bisontes, renos, mamúts, caballos, ciervos, cabras, etc..
Algunos ya están extinguidos
de Europa pues eran propios de clima frío.
En Altamira concretamente, los bisontes son el animal más numeroso y
aparecen de pie, mugiendo, echados, con la cabeza vuelta, etc..
Casi todos están concentrados en el espectacular techo
de 18 por 9 metros.
El artista los pinta muy realistas, con muchos detalles (hocíco, ojos, cuernos, pelaje, sexo, pezuñas,
rabo, etc.), los conoce muy bien en su anatomía y comportamiento ya que los caza para comérselos.
En un alarde de
perfeccionismo, el pintor aprovecha los salientes naturales de la roca para pintar encima los bisontes y obtener un
realismo absoluto con la sensación de relieve que se produce.
Además de los bisontes, Altamira cuenta con caballos,
jabalíes, cabras y una monumental cierva de 2
con 25 metros.
EL MISTERIO.
Desde siempre nos ha intrigado el sentido y el propósito de las pinturas rupestres paleolíticas. Primero se pensó en el
“arte por el arte”, las figuras decorarían las cuevas dónde vivían.
No obstante, las zonas pintadas son recónditas, de difícil
acceso y contemplación.
Más creíble parece la hipótesis de la “Magia de Caza”, es decir, el artista pintaría los animales
que después cazaría el clan.
Muchos animales tienen armas clavadas o les faltan partes de sus cuerpos (en Altamira hay
bisontes sin cabeza); sería tal vez una especie de vudú para propiciar la caza, de cuyo éxito dependía la supervivencia
del clan.
Existen también signos misteriosos en las paredes de las cuevas cuyo significado desconocemos, podrían ser
trampas, laberintos o alusiones sexuales a la fertilidad y fecundidad.
Otro motivo pictórico son las manos en positivo o en
negativo (poner la mano sobre la pared y pintar encima, al quitarla queda el negativo). El techo de polícromos de la
cueva de Altamira tenía originalmente una altura de un metro sobre el suelo, el artista trabajaría por tanto en incómodas
posturas.
CARACTERÍSTICAS.
En el arte rupestre francocantábrico (sur de Francia y Cornisa Cantábrica española) las pinturas son polícromas, no
forman escenas sino que son animales independientes y a veces superpuestos.
Casi no aparece la figura humana.
No se
representa movimiento, las figuras son muy realistas y cada cueva muestra cierta especialización en una determinada
especie.
Las figuras están en lugares apartados y recónditos. Todo indica que las cuevas eran como
santuarios dedicados a ritos mágicos para propiciar la caza.
Probablemente el brujo era el propio pintor. Ante estos
prodigiosos bisontes, llenos de elegancia y de fuerza, fruto de una enorme maestría e imaginación, cabe preguntarse si
los hombres del paleolítico eran, como algunos piensan, brutos, toscos y salvajes.
LA CUEVA HOY.
La visita de miles de personas altera el microclima de la cueva (humedad y temperatura) y estropea las pinturas.
Ha
sido necesario limitar drásticamente las visitas para garantizar su conservación.
Se ha inaugurado recientemente la
“neocueva”, réplica exacta de la original que permite sumergirse en el Paleolítico sin comprometer la obra original.
La
“Capilla Sixtina del arte cuaternario” queda así preservada.
Picasso dijo: “después de Altamira todo es decadencia”
refiriéndose a la perfección técnica alcanzada en la cueva.
Rafael Alberti, impresionado a su vez al visitarla, le dedicó
unos hermosos y sentidos versos.
Otras cuevas con pinturas rupestres paleolíticas son Tito Bustillo (Asturias), El Castillo
(Cantabria), Santimamiñe (Vizcaya), Niaux, Lascaux y Rouffignac (Francia).
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